miércoles, 1 de febrero de 2012

Aura (...fragmento)

(...) Una fuerte brisa sopló justo en el momento en que me quedé observando la casa.  Ningún movimiento mas que el producido por el viento se percibía en la calle, ninguna persona, ningún automóvil, solo la brisa y las hojas de los árboles que se mecían de un lado para otro.  Algo de hojas muertas vagaban con la energía de la brisa, caían y en cuanto  volvía a tomar fuerza, volvían a levantarse.  Me pareció como una escena de película de suspenso, la casa de corte colonial, la entrada con jardines cuidadosamente cultivados y sobre todo la calle vacía.  Empero, habían casas a los lados, se veía algo de movimiento en ellas, de personas que las habitaban, pero la calle si permaneció vacía.



La casa de la señora tenía dos pisos, un jardín exuberante, con diversas plantas decorativas, una fuente de agua con un ángel en la punta que botaba agua por la boca.  El agua caía sobre una especie de tanque y cuando se rebosaba, seguía una  serie de caminos o riachuelos recreando como un paisaje en miniatura, con pequeños arbustos a lado y lado de los riachuelos. Después de serpentear por casi todo el jardín, desembocaban en una especie de lago que tenía su sistema de retroalimentación del agua y volvía hasta el ángel.

En otro lado del jardín, estaba sobre un pedestal otro ángel, tenía formas femeninas, al contrario del que se encontraba en el otro extremo, el del circuito de agua, que tenía formas masculinas.  Este ángel femenino, estaba arrodillado como en posición de ruego, pero con el rostro inclinado hacia el piso el cabello largo casi hasta la cintura, no dejaba ver el rostro y con un brazo estirado en dirección hacia el norte, y sus alas extendidas como si se preparase para tomar vuelo.  Inmediatamente, me recordó a la mujer que estaba llenando mis pensamientos, aquella que me cruzaría a la salida de la tienda donde compré el cigarrillo. ¡ Juraría que era ella! o una estatua que como modelo había sido... ¡ella! Algo más para la lista de misterios de este día, dije, decidí no poner atención a ese detalle, solo por ahora… (...)

(...) 
El acceso a la casa estaba obstaculizado por una puerta también del mismo tipo de ornamentación de la reja.  Un pasadizo en concreto llevaba a un par de escaleras y estas hacia un portón de dos hojas.  Estas puertas, tenían un aldabón cada una, lo curioso es que en lugar del típico león, tenía  un cráneo humano, sin mandíbula inferior.


Era inmensa esa casa, tenía varias ventanas, conté cuatro a lado y lado de la puerta, con su típico estilo colonial, y unas rejas protegiéndolas.   En el segundo piso, igual número de ventanas y sobre la puerta una rectangular, con los lados cortos arriba y abajo, con un diseño típicamente mudéjar  que era lo que en principio llamaba más la atención.



Alrededor de la puerta y tomando casi la mitad de la ventana del segundo nivel, un portal de tipo gótico isabelino, en general, la fachada era de estilo típico andaluz.


Quité el pequeño seguro de la puertecilla e ingresé en aquel majestuoso jardín, tenía alrededor de diez metros de ancho, las pequeñas corrientes de agua le hacían dar una vida excepcional al sitio. Me acerqué hasta la puerta y tomé con mi mano derecha el misterioso aldabón para golpear la puerta y esperar que atendiesen mi llamado.

Di dos o tres toques y esperé.  Fueron unos cuantos segundos y por una ventana se asomó una mujer.  Al poco tiempo la puerta se abrió y en el umbral ella apareció; de unos treinta y cinco o cuarenta años.  Su rostro era fuerte, dejaba ver que era temperamental, tal vez ni hijos tendrá, pensé en ese instante.  A pesar de tener unos labios que me parecieron muy atractivos, unos ojos negros profundos también muy hermosos.  Unas manos cuidadosamente tratadas a pesar de que era quien cuidaba de la casa. Confieso que siempre he tenido el cuidado de observar las manos de las mujeres que en un principio me llaman la atención, y que la fémina en cuestión las tenga tan lindas y cuidadas como las de èsta mujer, - me atraían un poco más-. Tenía un cuerpo muy sensual pero su expresión austera de sentimientos alejaría hasta el más exitoso de los gigoloes.

Me apresuré a preguntar, algo temeroso, por la señora. –muy buenas tardes- dije mirándola a los ojos.-por favor, tengo una cita con la señora Aura Monrós, será que ella me puede recibir?? Soy Santiago Cardalda, hablé por teléfono con ella hace dos días y me dijo que viniera a esta hora el día de hoy.-  sin decirme absolutamente nada, cerró la puerta casi en mi cara.  Me enfureció ese detalle, como una persona atractiva como era ella, puede ser tan hostil.   Quedé ahí parado con la puerta a un centímetro de mi nariz y sin saber que hacer.  


By: Fernando Montaña 

Fragmento extraído del libro 'Aura: Un relato en el tiempo' 


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