...Y caminaba solitario, solamente acompañado
por el crepitar de las hojas secas bajo mis botas. Casi arrastrando mi cuerpo
entre murmullos que provenían de los árboles. La oscuridad era tan penetrante
que llegaba hasta mi alma. Pero aún más doloroso era el palpitar de mi corazón.
No encontraba el camino al pueblo, pero no me importaba, ya no, solo debía
caminar y caminar, no debía quedarme quieto en un solo lugar o moriría de
desesperación. Igual no podía. Intenté descansar un poco pero mi ansiedad me levantó
he hizo que siguiera sin rumbo. La ultima llama de mi antorcha amenazaba con
abandonarme, pero no tenía remedio, debía avanzar (?). Algunas sombras entre
los matorrales ponían mis nervios en posición defensiva. Pero solo, sin mi
espada, no tenía más armas que el deseo de llegar a casa. Si, a casa. Junto a
ella. Al lado de ella.
Ella, quien se había convertido en una razón más
para luchar, para seguir. Ella hacía olvidar en esos momentos lo que un
explorador solitario como yo, hubiese hecho en esa situación en la que estaba.
No había más destino que la muerte, y si morir era la salida, ya la hubiese
tomado por mis propios medios. Dios me perdonaría, supongo. Pero, empero, no lo
iba a hacer, no descargaría mi furia contra mi mismo. Pues El Ab-bb el padre
que nunca tuve, me había dado una razón en mi corazón para seguir luchando pese
a lo complicado del camino.
Esa razón, era ella. Aquella morena que un día me regaló
una sonrisa, y me enamoré y conté con la suerte de enamorarla también. Es la
mujer perfecta, la que siempre soñé, aquella que con amor en sus ojos y sus
labios, me regaña cuando soy presa de mis genios. Aquella mujer me tiende su
sonrisa y que con sus manos me acaricia. Aquella mujer que amo con todas las
fuerzas de mi alma, con toda la energía del universo. Muero por verla ya, muero
por encontrarla y correr a abrazarla y no dejarla nunca. Muero por ella, si tan
solo, ella supiera todo el amor que le profeso... Es más grande que el universo
mismo y sus 100 mil millones de galaxias.
Revise mis bolsillos, y ahí estaba. El anillo de
oro y diamante que le llevaba, que ella luciría como símbolo del amor entre los
dos. Sabía que le gustaría, sabía que saltaría de jubilo y alegría y sellaríamos
el pacto de amor eterno con un beso. Solo faltaba la bendición de Dios para
magnificar este amor, aunque sabíamos que ya la teníamos.
El último suspiro de mi improvisada antorcha, se
esfumó... Me detuve un poco, pensé... Traté de ordenar mis pensamientos. Cerré
los ojos. Oré al Padre del Cielo. Y seguí caminando.
Caminè durante 2 o 3 horas más en completa
oscuridad, con los ojos cerrados y solo me dejé llevar... Al cabo de miles de
pasos, vi una luz, si, una luz q luchaba por colarse entre las hojas de los
matorrales y elevarse a las estrellas. La seguí con el corazón. Y mi alegría desbordó
cualquier intento, brilló mi alma más que el universo y su googol de estrellas,
al ver, que esa luz, eran las oraciones de mi amada por mi. Me acerqué y ella
al verme, sonrió como solo lo sabe hacer ella. Sin tiempo ni espacio, nuestras
almas y nuestros cuerpos se unieron en una danza infinita, y un beso eterno. El
anillo!! Claro, busqué en mis bolsillos y lo saqué. Ella al ver q llevaba la
abordó la curiosidad. Rodilla en el piso, tomé su mano y le dije: hermosa
princesa morena, la más hermosa entre las hermosas, la más dulce entre las
dulces, la más sensual entre las divas del universo, la más amada de todos los
tiempos... Te pido, solemnemente que te unas a mi, como esposa para toda la
eternidad. Para amarte, respetarte y consentirte, como la linda princesa que
eres. Permíteme cuidarte y amarte por siempre. Recibe este anillo de oro y
diamantes, como muestra de mi amor, mi intención y mi compromiso hacia ti. Te
amo, te amo inmensamente, te amo eternamente, te amo dulce princesa morenita
By: Fernando Montaña R.
Copyright Dec 2012